Calcuta la primera impresión
Al llegar al aeropuerto de Calcuta la emoción se sentía en el sudor de
mis manos. El calor fue la primera señal del clima, y los guardias armados
con viejos fusiles y varas de bambú en las manos, daban una bienvenida un
poco misteriosa al visitante. Al salir del avión, se me ocurrió tomar un taxi
junto a unos simpáticos europeos. Acordamos ir en dirección al sector don-
de se encuentran los hoteles típicos para los mochileros. Doraba la tarde, se
podía ver con claridad una gran multitud de gente que se movilizaba en esa
hora pico. Era un río desbordante de personas de aspecto muy humilde. Los
autobuses repletos de gente tenían la apariencia de los años cincuenta, su-
mamente en mal estado deambulaban soltando inmensos chorros de humo
en la supercontaminada atmósfera del lugar. Las pequeñas moto-taxis, los
incontables rikshows (personas que transportan a otros en unos pequeños
carruajes halados a tracción humana y que en muchos casos se encuentran
descalzos) era una visión casi apocalíptica de una ciudad donde el sol se
ocultaba y las miles de siluetas se veían cruzar el inmenso puente del río
Hugli (brazo del Ganges). Daba la sensación de encontrarnos en una ciudad
que se detuvo hace un siglo y que fue invadida por una milenaria población
que le dio este aspecto de antigüedad victoriana enrarecida, casi fantasmal...
No hay comentarios:
Publicar un comentario