jueves, 14 de mayo de 2015

Fragmento: Calcuta



Calcuta la primera impresión

Al llegar al aeropuerto de Calcuta la emoción se sentía en el sudor de

mis manos. El calor fue la primera señal del clima, y los guardias armados 

con viejos fusiles y varas de bambú en las manos, daban una bienvenida un 

poco misteriosa al visitante. Al salir del avión, se me ocurrió tomar un taxi 

junto a unos simpáticos europeos. Acordamos ir en dirección al sector don-
de se encuentran los hoteles típicos para los mochileros. Doraba la tarde, se 

podía ver con claridad una gran multitud de gente que se movilizaba en esa 

hora pico. Era un río desbordante de personas de aspecto muy humilde. Los 

autobuses repletos de gente tenían la apariencia de los años cincuenta, su-
mamente en mal estado deambulaban soltando inmensos chorros de humo 

en la supercontaminada atmósfera del lugar. Las pequeñas moto-taxis, los 

incontables rikshows (personas que transportan a otros en unos pequeños 

carruajes halados a tracción humana y que en muchos casos se encuentran 

descalzos) era una visión casi apocalíptica de una ciudad donde el sol se 

ocultaba y las miles de siluetas se veían cruzar el inmenso puente del río 

Hugli (brazo del Ganges). Daba la sensación de encontrarnos en una ciudad 

que se detuvo hace un siglo y que fue invadida por una milenaria población 

que le dio este aspecto de antigüedad victoriana enrarecida, casi fantasmal...

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